Los Muxes: entre el orgullo y el desprecio de la cultura zapoteca en México
STAFF: Matrix Television Mx / Por: Arturo Córdova S / Por: Redacción / Matrix Digital Mx / Con información: Pamela Quibec / Matrix Noticias Mx
Foto: Imagen Ilustrativa / Agencias
Juchitán, el municipio mexicano conocido como un centro de diversidad sexual, esconde casos de discriminación, abusos y brutales crímenes de sangre bajo la fachada de inclusión y tolerancia que se vende a los miles de turistas que acuden a la 'Vela Muxe', una fiesta gay que aporta cada año enormes beneficios económicos al ayuntamiento.
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Los llamados muxes, nacidos como hombres y que adoptan roles femeninos, nos desvelan cuánto de cierto tiene la imagen que se promociona.
En el municipio mexicano de Juchitán, ubicado en el Istmo de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, hay más de 113.500 habitantes, la lengua zapoteca se escucha en todas partes y es cuna de los muxes.
Pero, ¿de qué hablamos cuando decimos muxes? En lengua zapoteca, 'muxe' es la palabra con la que se define un tercer género: ni hombre ni mujer.
Los muxes son parte de la inmensa riqueza cultural de México y aunque la inclusión parece real, todo se derrumba cuando se los habitantes de ese territorio se refieren a ellos como "los raritos", "los vestidos" o "a los que les gusta el arroz con popote", un albur típico mexicano para referirse despectivamente a los homosexuales.
Entonces, la pregunta que surge es de dónde surgió el rumor de que Juchitán es un paraíso de diversidad sexual. Si bien es cierto que en este municipio y desde tiempos ancestrales, los muxes han existido en las familias zapotecas, eso no significa que, en todas ellas, los acepten.
Foto: Imagen Ilustrativa / Agencias
¿Utopía o realidad?
Alimentar esta utopía ha sido por un motivo muy simple: la oferta hacia un público homosexual trae una importante derrama económica al municipio. Durante los tres días que dura la Vela Muxe, uno de los eventos gays más importantes de México, se logra una ocupación del 100 % en los hoteles y restaurantes en Juchitán.
Pero la afluencia de turistas y los beneficios de la festividad no detienen la discriminación contra esta comunidad. Hasta hace pocos años, los muxes tenían que asumir las labores estereotipadas de las mujeres. Perdían la oportunidad de estudiar y debían dedicarse al hogar, cuidar a los padres, a los hermanos, servir en casa y ser útiles para las labores domésticas.
En 2019, Oscar Cazorla, de 62 años y fundador de Las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, asociación que defiende los derechos de este colectivo, fue brutalmente asesinado y su crimen continúa impune.
Su asesinato fue catalogado como el primer crimen de odio contra una persona muxe en el Istmo de Tehuantepec.
Del odio al amor, de la clandestinidad al uso constante e indiscriminado de su imagen, de la identidad a la dignidad, los muxes son una parte fundamental de la herencia zapoteca y como aquellas culturas que se resisten a desaparecer, no solo se han adaptado, sino que buscan generar el cambio aunque eso represente la posibilidad de la muerte.
Los muxes, sin embargo, asumen el riesgo de su propio activismo. Con miedo, pero también con entereza.
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